Rafael Hernández | ||
Compositor Figura cimera de la música popular puertorriqueña durante el siglo XX, la obra de Rafael Hernández trasciende la prueba del tiempo y de las generaciones. Nacido en el pueblo de Aguadilla, a los 12 años inició sus estudios musicales con los profesores José Ruellán Lequerica y Jesús Figueroa. Perfeccionando su técnica en el campo artístico aprendió a tocar instrumentos tan diversos como el cornetín, el violín, el trombón, el bombardino, la guitarra y el piano. En su adolescencia se trasladó a vivir al sector de Puerta de Tierra, en San Juan, y tocó con la Orquesta Municipal bajo la dirección de Manuel Tizol.En 1912 compuso su primera canción, la danza "María y Victoria", pero al llegar la Primera Guerra Mundial, el joven Rafael tuvo que servir en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Integrado a la vida militar, tocó en la Banda de Música del Ejército. Al licenciarse, se radicó en Nueva York donde conoció en la bohemia de la época figuras como Luis Muñoz Marín, Luis Lloréns Torres, Luis Palés Matos y Pedro Flores. Un contrato lo llevó a Cuba, para dirigir la orquesta del Teatro Fausto de La Habana. Luego de cuatro años en la Antilla Mayor, regresó a la Gran Manzana donde organiza el Trío Borinquen. Luego de un breve periodo de éxitos, en el que se destacaron temas de su autoría como "Siciliana", "Me la pagarás" y "Menéalo", el Trío Borinquen se disolvió y Rafael fundó una nueva agrupación. El proyecto, llamado originalmente Grupo Hernández, cambió su nombre por el de Conjunto Victoria. Y con él tuvo uno de los periodos más importantes de su ascendente carrera. Entrada la década del 40, Rafael Hernández viajó a México a cumplir un contrato de tres meses. Pero su estadía en la tierra de Benito Juárez se extendió por espacio de 16 años, casándose entonces allí. En este país, que siempre definió como su segunda patria, cursó estudios avanzados en el Conservatorio Nacional de Música de México, obteniendo el grado de Maestro de Armonía, Composición, Contrapunto y Fuga. Regresó a Puerto Rico en el 1953 y luego de varias exitosas giras a distintos pueblos de la Isla, trabajó como consultor musical en la naciente estación del Gobierno WIPR. Entre el 1956 al 1959 fue electo Presidente Honorario de la Asociación de Compositores y Autores de Puerto Rico. Comprometido con las causas cívicas, fundó junto a otros líderes cívicos la organización de béisbol para niños conocida como "Pequeñas Ligas". El 11 de diciembre de 1965, falleció Rafael Hernández después de una prolongada lucha contra el cáncer. Su legado de arte al mundo abarca prácticamente todos los géneros musicales contando sobre 3,000 composiciones, entre las que se encuentran: "Lamento Borincano", "Silencio", "Ausencia", "Campanitas de Cristal", "Preciosa" y la nana convertida en rumba, "El Cumbanchero". También compuso el corrido mexicano "Qué chula es Puebla", considerado como himno regional de ese estado mexicano. El tema "Linda Quisqueya" es apreciado por algunos dominicanos como el segundo himno de su patria. La obra musical de Rafael Hernández constituye un legado de incalculable valor en el pentagrama de la música puertorriqueña e hispanoamericana. Su vida nos ha quedado como ejemplo imperecedero de sensibilidad, constancia y superación. Y como prueba de su trascendencia en el pentagrama, en las postrimerías del siglo XX, sus canciones han sido incluidas en los repertorios de algunos intérpretes contemporáneos de la salsa, el rap, el reggae, el ska y el rock. |
Fuente: http://www.prpop.org/biografias/r_bios/rafael_hernandez.shtml
EL JIBARITO :
Toda música es una fiesta, cualquiera que ella sea, porque embriaga el espíritu. Estrella cristalina que invade de dicha y hermosura la desnudez del alma. En las arenas movedizas de la vida, en las tormentas y las mareas que revuelven la conciencia, la música es un dulce viento que apacigua los demonios. Como un mago, de una caja de cristal, con una deslumbrante claridad, aparecen las canciones de Rafael Hernández. Desde zarzuelas hasta la cumbancha y la plena. Así, como por obra de una magia poderosa, como cuando los novios, de prisa, se besan en las puertas de la noche, una inquietud, un torrente indetenible de voces inaudibles susurran la creatividad de un poeta músico o al revés, ¡quién sabe! El Jibarito muestra una dimensión imaginativa sin límites, una querencia, una pasión plasmada en mucho más de dos mil canciones que son testimonio de su sensibilidad. En sus creaciones, es posible sentir que se camina sin moverse, que el sufrimiento tiene un interlocutor, que es posible transformarse en el otro, en esa música, es posible saber que el lenguaje del cuerpo tiene un traductor, en fin, que uno existe. Toda una aventura musical que conduce a la sorpresa de tropezar con inusitados hallazgos. Es "el ánima que lo cruza", por eso, lo simple se vuelve complejo en sus composiciones. Todas las generaciones pueden dar fe de esto, especialmente quienes somos hijos de la radio y de la televisión simultáneamente. Con ellas crecimos y allí asomó su talento Rafael Hernández. Una fortuna patrimonial de Puerto Rico.. Frida
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