A mis amigos VíctorGT y David Rodríguez como un modesto
reconocimiento a sus inquietudes y preocupaciones por los
asuntos propios de nuestros pueblos. Un abrazo especial.
RECONOCERSE EN EL OTRO:
Ha sido una gratísima sorpresa tropezarme con este cuento de Freyre en la red, precisamente cuando buscaba literatura relacionada con las canciones, especialmente con los boleros. Así, andaba tras Guillermo Cabrera Infante, Julio Cortázar , Héctor Mujica y Salvador Garmendia, un cuarteto de escritores que dedicaron una parte de su obra a sincretizar letra y música y lograron concretar hermosamente en sus libros, temas que hablan de los estremecimientos del alma humana, de ese escenario donde todas las pasiones encuentran parlamento e interlocutores: el bolero.
LA CANTANTE DE BOLEROS de Carlos Enrique Freyre es un cuento que responde al mundo imaginario, se ajusta perfectamente con el conocimiento del hombre latinoamericano, sus creencias, sus costumbres, su oralidad heredada; es decir, con su filosofía de vida. En este cuento predomina ese trasfondo de la imaginería local, geográfica, aunque escrito de una manera, digamos, más moderna, empleando recursos de la literatura actual. Freyre rescata, de alguna manera, parte de esa imaginería tan popular y arraigada en la cultura de nuestros pueblos, aunque con un tono más inclinado hacia lo metafísico.
El autor trabaja con maestría los personajes y el tiempo en su historia. Ellos viven, están, se mueven entre el plano de la realidad y de la metarrealidad, dibujados en el relato a través de referencias táctiles: “me quedé con los pies en el aire…”por más que forzaba mi cuerpo como contorsionista…”; visuales :”había niños tristes esperando a sus padres”… “descubrí, tremendamente sorprendido, que la mujer cantaba desnuda” y auditivas: “ se trataba de una voz de mujer muy dulce”…”pero la voz y las canciones seguían dándome en el tímpano”…
El personaje central, más que una caracterización es más bien un lenguaje, un susurro a contra-muro que se apaga en el camino y estalla en el “otro” que la escucha, con su sonido agudo y constante. La voz, es un elemento más que sonoro, es plástico, artístico, que más bien hace flotar el ritmo al que se refiere:
“Se trataba de una voz de mujer muy dulce que cantaba los antiguos boleros de enamorado pobre que enarbolaron las ventoleras enormes de nuestros abuelos; de ésos que se niegan a morir por esta época estridente en que más que la letra es la bulla por la propia decadencia de la especie humana enrevesada en amores impíos”.
O, esta otra referencia casi gastronómica:
“Un rayo de sol me despertó al otro día golpeándome las pupilas, nuevamente sin percibir el sonido agridulce de los boleros encantadores que no me dejaban vivir.”
Los personajes son autónomos, construyen su propia memoria y la vacían en el texto a través de la narración o de los diálogos que sostienen entre sí. La cantante de boleros es un alma tan errática y desolada como la de quien la espía, pero se halla altamente idealizada en las descripciones del cuento:
“Pero la mujer siguió hablándome desde su desnudez de ángel…”
“Me acostumbré a espiarla de vez en cuando, sorprendiéndome al descubrir siempre algo nuevo en la textura de su cuerpo lozano a los treinta y no sé cuantos años seguramente. Me acostumbré a que “es que te has convertido, en parte de mi alma” mientras sus senos cortaban el aire sin reverencias. Me acostumbré finalmente a todo, haciendo el papel de quien se hace al dolor por una condena monótona y dulce a la vez…”
Sin embargo, cada uno de ellos es una conciencia individual perfectamente diferenciada. Sus voces permiten al autor montar el escenario adecuado para estructurar en un texto escrito, lo aprendido a través de la oralidad y la tradición cultural.
Utiliza el recurso hiperbólico para la narración del hilo temático de la historia, es este caso, la voz de la cantante de boleros. Esto, nos recuerda nítidamente las descripciones del Gabo en “Cien Años de Soledad”, concretamente el anuncio a Úrsula de la muerte de José Arcadio:
“Un hilo de sangre salió por debajo de la puerta, atravesó la sala, salió a la calle, siguió un curso directo por los andenes disparejos…escalinatas….pretiles….la Calle de los Turcos…una esquina y otra. Volteó en ángulo recto frente a la casa de los Buendía, pasó por debajo de la puerta cerrada, atravesó la sala de visitas pegado a los paredes para no manchar los tapices, siguió por la otra sala, eludió en una curva amplia la mesa del comedor, avanzó por el corredor de las begonias y pasó sin ser visto por debajo de la silla de Amaranta que daba una lección de Aritmética a Aureliano José, y se metió por el granero y apareció en la cocina donde Úrsula se disponía a partir treinta y seis huevos para el pan.
- ¡Ave María Purísima! –gritó Úrsula.
Siguió el hilo de sangre en sentido contrario”.
Mientras lo que corría por las calles de Macondo era la vida de José Arcadio, en el cuento de Freyre es la voz de la cantante:
“La voz se colaba por los vidrios impermeables de mi casa, invadía la sala, penetraba el comedor, alcanzaba las macetas, se cogía de las flores, se deslizaba por las paredes, por las baldosas lustrosas y enceradas, entraba a mi cuarto, se trepaba del oído y me cortaba la ilación de los titulares del noticiero nocturno.”
“Ahora, no era que venía directamente hasta mi balcón, sino que salía de su lugar de origen, bajaba hasta la pista, seguía por un jardín rectilíneo hasta chocar con un poste de alumbrado público y por allí se encaramaba hasta llegar a la altura de mi balcón. Desde ese punto daba un brinco exacto, de tal forma que aterrizaba en una maceta de geranios, para luego penetrar a sus anchas en toda la casa hasta llegar a mis oídos.”
Por otra parte, Freyre “despista” al lector con la forma narrativa, los diálogos y las descripciones para sorprenderlos al final del relato. El cuento se inclina sobre sí mismo casi al final, cuando en realidad esos diálogos son mantenidos por emanaciones intangibles de seres ya muertos, dejando, de una manera brillante, el final abierto la imaginación del lector. Éste queda con la idea de que el cuento recién comienza. Despierta en sus sentidos la curiosidad cuando mezcla en la historia realidad y fantasmagoría como sus tejidos más íntimos. Los muertos de LA CANTANTE…. Siguen vivos en la eternidad de su muerte y cohabitan con la existencia cotidiana, con sus mismas preocupaciones, espacios y tiempos.
Sólo al final los personajes salen del anonimato para recobrar su identidad compartida, vinculada con la muerte. Son lazos que los evidencian en unas mismas circunstancias y que ya el lector descubrirá en el relato.
Es una inmensa alegría saber que las nuevas generaciones de cuentistas latinoamericanos son sensibles a la polifonía que envuelve la red simbólica de nuestro lenguaje social. La tradición oral de nuestros pueblos no ha perdido ni perderá, jamás, su poder. Sigue siendo el instrumento idóneo para reconocernos, únicos y distintos.
Frida.
LA CANTANTE DE BOLEROS
Carlos Enrique Freyre
Era el mismo tormento cabal de todos los días a las diez en punto de la noche. La voz se colaba por los vidrios impermeables de mi casa, invadía la sala, penetraba el comedor, alcanzaba las macetas, se cogía de las flores, se deslizaba por las paredes, por las baldosas lustrosas y enceradas, entraba a mi cuarto, se trepaba del oído y me cortaba la ilación de los titulares del noticiero nocturno. Se trataba de una voz de mujer muy dulce que cantaba los antiguos boleros de enamorado pobre que enarbolaron las ventoleras enormes de nuestros abuelos; de ésos que se niegan a morir por esta época estridente en que más que la letra es la bulla por la propia decadencia de la especie humana enrevesada en amores impíos. La primera vez, la voz me sorprendió bebiendo café sobre mi lecho y me curó disimuladamente la indignación de un pederasta libre por la determinación desnaturalizada de un juez sin hijos. Pero las pocas ganas de ponerme de pie fueron más fuertes que mi curiosidad, así que no me levanté a indagar sobre la procedencia de la voz misteriosa. La mujer siguió cantando todo un repertorio con la misma determinación de un artista afrontando un concierto público, hasta que el sueño me venció sin entender las noticias propaladas por los narradores de turno que se desvivían entre explicar las imágenes del otro lado del planeta y sobrevivir a las tandas comerciales. Al amanecer, no la escuché de nuevo. Por el contrario, me encontré con los grandes sonidos de la metrópoli desoladora cobrando vida nuevamente, como cada mañana desde que conozco el mundo.
Recién la tercera noche salté de mi cama, porque la cuarta canción no me permitió enterarme bien del último pugilato congresal. Mientras un furioso padre de la patria era contenido por una maraña de hombres a la fuerza, yo escuchaba que “ansiedad, de tenerte en mis brazos”. Indignado, me dirigí al balcón, abrí la cortina de un tirón y me fijé en el horizonte próximo: las ventanas alineadas y las luces encendidas de los departamentos del frente. Había niños tristes esperando a sus padres, escenas cotidianas de familias actuando como familias y habitaciones a oscuras. En algunas otras se podía apreciar el ir y venir de inquilinos aislados dentro de sus casas. Pero no pude determinar de cual, entre el centenar de ventanas, procedía la voz de los boleros.
Salí del balcón hasta mi puerta y me dirigí a la casa contigua. Allí vivía un vecino gordo con el que solía coincidir a la hora de partir al trabajo en las mañanas. Incluso los domingos escuchaba sus alaridos de emergencia para controlar a su prole de tres hijos que amenazaban con demolerle el hogar. No conocía nada más de él. Le toqué el timbre y el hombre me abrió casi de inmediato envuelto en una bata azul marino con la cara de que por qué le toco a esa hora. Entonces, antes de increparme nada, le pregunté a boca de jarro si podía decirme de donde provenía la voz que cantaba.
- No oigo ninguna voz- me dijo - Debe estar desvariando -
Me quedé con los pies en el aire, flotando en una cerrazón de incertidumbre. Le pedí una disculpa a medias y opté por la retirada. La voz me siguió persiguiendo con “no existe un momento del día, en que pueda apartarme de ti” hasta dormirme. Un rayo de sol me despertó al otro día golpeándome las pupilas, nuevamente sin percibir el sonido agridulce de los boleros encantadores que no me dejaban vivir.
Dos semanas después pude precisar que la voz provenía del edificio celeste, ubicado en la diagonal izquierda del mío y en la ventana central del segundo piso. Ahora, no era que venía directamente hasta mi balcón, sino que salía de su lugar de origen, bajaba hasta la pista, seguía por un jardín rectilíneo hasta chocar con un poste de alumbrado público y por allí se encaramaba hasta llegar a la altura de mi balcón. Desde ese punto daba un brinco exacto, de tal forma que aterrizaba en una maceta de geranios, para luego penetrar a sus anchas en toda la casa hasta llegar a mis oídos.
Por eso, las noticias del mundo a las diez de la noche me eran una confusión musical de tal manera, que la última guerra petrolera de los gringos en medio oriente me sonaba como “amanecí otra vez, entre tus brazos” y los resultados del fútbol local eran como “tanto tiempo disfrutamos de este amor”. Desde mi balcón y por más que forzaba mi cuerpo como un contorsionista no podía observar a la mujer que cantaba al otro lado de la pista. Así que me conseguí un telescopio casero de segunda mano y esa misma noche apunté los cristales a la ventana del segundo piso. Descubrí, tremendamente sorprendido, que la mujer cantaba desnuda; andando de un lado al otro al compás de sus boleros a capela: calentaba su comida, acomodaba la ropa, lavaba los platos, discurría entre los enseres. No me causaba la excitación natural del morbo masculino; sino pura curiosidad, aquel punto brillante de su piel blanca paseándose inhibida bajo las bombillas eléctricas y el vértigo estacionario de sus senos mientras lanzaba sus letras al aire.
Estuve así por varios días. No hilvanaba una noticia y a la vez espiaba a la mujer desnuda cantando y haciendo lo que todo el mundo. Hasta que me propuse visitarla. Mi intención era en definitiva sanear mis interrogantes. Calculé cuál podría ser la puerta correspondiente a la ventana de donde provenía la voz, y, sin mucho cavilar, un martes a las diez de la noche me planté frente al apartamento 204 del edificio. Estaba por tocar cuando me pregunté: ¿Y si me abre que le digo?. “Buenas noches señora, soy el vecino que todas las noches la espía mientras canta boleros sin ropa” O mejor: “¿vive aquí una señora que canta bonito como Dios la envió al mundo?”. Podría pensar que era un depravado; un enfermo de esos que pululan las calles, disfrazados por una máscara de buenas costumbres o un curioso sin miramientos. Estaba en ésas, cuando un hombre cualquiera apareció atravesando el pasadizo. Cuando cruzó por mi lado, no sé por qué razón, pero le pregunté:
- ¿Sabe usted quién vive aquí?-
- Nadie- me respondió. - Hace dos años y medio por lo menos que la casa 204 está vacía.
Otra vez el corazón me dio un mal salto. O un crujido. Bajé con dirección a la cantina del chino de la esquina y en medio de los alaridos de borrachos me confirmó lo de los dos años y medio. También lo aseveró una vecina del barrio y un bombero jubilado entregado al vicio del dominó consigo mismo. Pero la voz y las canciones seguían dándome en el tímpano y los narradores de noticias me eran una cuestión delirante con que “y si vivo cien años, cien años pienso en ti”. Decidí extirpar la duda y me planté resuelto otra vez frente al 204. Di tres toques muy breves y la puerta se abrió.
- Pase - escuché.
Empuje lo suficiente hasta introducir medio cuerpo en una sala como la de cualquier otra casa de clase media. Al fondo, como si nada pasara, la mujer desnuda había parado de cantar y con una mano en la cintura me preguntó qué cosa quería.
- Sólo quiero saber si es usted quien canta boleros a las diez de la noche – atiné a decirle.
- Sí. Soy yo - respondió sin muchas ceremonias.
- Es que me dijeron que nadie vive aquí-
- ¡Cómo que nadie!-
Me quedé callado, satisfecho, contrariado, y, decidí a escapar agobiado por el sonrojo sinvergüenza. Pero la mujer siguió hablándome, desde su desnudez de ángel.
- Canto porque me gustan los boleros. Y porque cerca de aquí hay un hombre que ronca tan horriblemente que para soportarlo tengo elevar la voz. Imagínese, que fuera de mi vida.-
- La comprendo. Debe ser insoportable un vecino así. Hasta luego.-
-Hasta luego caballero. Y disculpe la facha. ¡Es que hace un calor este verano!-
Me acostumbré al martilleo de su voz endulzándome las huelgas nacionales, los accidentes de tránsito, el alza del costo de vida, los asaltos callejeros y las hecatombes por quítame estas pajas. Me acostumbré a espiarla de vez en cuando, sorprendiéndome al descubrir siempre algo nuevo en la textura de su cuerpo lozano a los treinta y no sé cuantos años seguramente. Me acostumbré a que “es que te has convertido, en parte de mi alma” mientras sus senos cortaban el aire sin reverencias. Me acostumbré finalmente a todo, haciendo el papel de quien se hace al dolor por una condena monótona y dulce a la vez, hasta que un buen día sin mayores presagios tocaron mi puerta y, al abrir, vi frente a mis ojos a la mismísima señora cantante de boleros.
- Hay algo extraño en todo esto- me dijo, antes de que le preguntara nada.
- ¿Por qué, señora? -
- Esta es la segunda vez que vengo por aquí. Y antes me dijeron también que nadie vive en esta casa desde hace tiempo-.
La garganta se me hizo un nudo que casi me estrangula.
- ¿Y sabe por qué he venido, hombre? – volvió a inquirirme.
- No tengo ni la menor idea. Si me lo pudiera explicar- le contesté.- Porque es desde este lugar de donde parten los ronquidos que no me dejan vivir hace tiempo-
La miré a los ojos fijamente para tratar de descubrir si no me estaba mintiendo o de que no se trataba de un embuste monumental. Un viento suave entró por la ventana del balcón desde la calle y me tocó el cuello y se me escurrió entre las manos. El frío me hizo darme cuenta de que yo mismo estaba desnudo. Aspiré muy hondo, pues comencé a suponer que venían días complejos, de muchas revelaciones.
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EL AUTOR:
Carlos Enrique Freyre nació en Lima, el 18 de marzo de 1974. Tuvo una educación irregular en escuelas de enseñanza pública tanto en provincias como en la capital hasta que en 1989 pasó a ser tutelado por las religiosas de la congregación canadiense de Nuestra Señora de las Misiones y los franciscanos afincados en Moquegua.
Sin embargo, se enroló en el Ejército de su país. Obtuvo el grado de Oficial (1999) y viajó por distintas guarniciones. No pudo apartarse de las letras. En 2003 publicó ´La muerte de Giussepi Bari después de siete intentos de amor´ y los cuentos ´La utopía del odio´ y ´La cantante de boleros´ (2004).
OBRA:
Eclesiastés Camina Desnudo
El Circo de Pedro Ruíz
El Quinceañero de Javiera
Huayna Quiya o el Capitán Enamorado de la Luna
La Cantante de Boleros
Muchas gracias, Emilio. Una razón más para seguir adelante y mostrar el producto de nuestros talentos al mundo. Acá, estaré esperándolo para seguir compartiendo estos temas tan apasionantes. Un abrazo, Frida.
Publicado por: Frida | 05/07/2010 en 12:08 a.m.
[this is good]
Si Frida, cuan cierto lo que usted dice respecto a esa proyecci�n y autorreconocimiento que muchas veces encontramos en las paginas de muchos textos escritos por Freire, en algunas de cuyas paginas plasma tan certeramente nuestro mundo peque�o, tan lleno de temores pero tambi�n de certezas, ilusiones y esperanzas. En los relatos de nuestro autor realmente encontramos mucho de nuestras vidas y creo que es por eso que nos sabe enganchar tanto con su lectura.
Le agradezco su bienvenida Frida y le aseguro que contar� usted con un asiduo seguidor.
Publicado por: Emilio Irribarren | 05/05/2010 en 11:48 a.m.
¡Hola Emilio! Muchas gracias por su interesante comentario que profundiza aún más el afán de seguir haciendo algo que me complace mucho : leer con curiosidad. Concuerdo totalmente con su apreciación sobre la obra de Freyre y créame, he curioseado suficientemente en sus textos (al menos los que se encuentran en la red) y me he topado con algunas gratísimas sorpresas que más adelante publicaré. Especialmente llama mi atención el signo esperanzador que le atribuye a la condición humana . En su obra, ese aspecto, profundamente auténtico, es casi una fe. Por esas razones, se sienten intensamente en la lectura de sus textos la gente, los ruidos, los olores, los fantasmas de la soledad. En fin, una proyección de nosotros mismos. Una especie de autorreconocimiento.
Ha sido, para mí, un gratísimo alimento su comentario . Muchas gracias y bienvenido siempre a este rincón donde se comparten las inquietudes por la lectura y la música. Con aprecio, Frida.
Publicado por: Frida | 05/04/2010 en 09:11 p.m.
[this is good]
Frida: Ha sido para mi una excelente sorpresa encontrar su “blog” dedicado a la literatura contemporánea y solazarnos con sus análisis y
Publicado por: Emilio Irribarren | 05/03/2010 en 02:01 p.m.
[esto es genial] ¡Hola, Carlos! Ha sido una agradable sorpresa encontrar tu comentario sobre el blog. Se trata, en lo posible, de que sea un medio para divulgar los valores de la música y de la literatura, especialmente reivindicar la nuestra-latinoamericana entre las cuales está tu cuento. Despertó fundamentalmente mi interés "La Cantante..." por la forma de tratar esas sombras que danzan y se suben al relato por ese hilo de luz y de sonidos que les permitió juntar sus verdades en un desarropado encuentro. El trabajo con la palabra es bastante difícil y me parece meritoria tu obra. Las palabras, Carlos, se graban en la eterna lectura de la memoria, que las acaricia y las ama cuando ellas provienen de la riqueza de los silencios y los gritos compartidos. Es eso precisamente lo que nos han enseñado Benedetti y Cortázar. Infinitamente agradecida por tu participación. Un beso para ti también. Frida.
Publicado por: Frida | 05/29/2009 en 10:18 p.m.
[this is good]
Frida: Soy Carlos Enrique Freyre. Estoy muy agradecido por los comentarios sobre mi trabajo. A propósito, este blog es muy bueno e interesante. Honor que me hace, desde luego, figurar en una misma página con Benedetti y Cortázar. Un beso. Hasta el próximo capítulo.
Publicado por: Carlos | 05/29/2009 en 10:50 a.m.
¡Hola, Francisco! Es cierto lo que dices acerca de la estigmatización de los militares. Pero ellos se lo han ganado con creces por toda la cadena de atropellos a los que han sometido a los pueblos cuando han implantado sus dictaduras. De eso tenemos mucho en Latinoamérica. Es un boomerang, porque a quienes les ha tocado custodiar y defender las armas de las repúblicas, las han usado para agredir a sus compatriotas y para defender sistemas políticos ajenos a nuestras realidades. Por eso cosechan conductas y opiniones hostiles hacia ellos.
Eso cambiará cuando se haga justicia y se castigue a los responsables directos e indirectos. Y cuando su formación responda a los criterios de las necesidades y de solidaridad con la patria. Sólo así podrán sanar las heridas. Aún eso llevará tiempo. El tema es sensible y polémico.
En relación con la literatura, pues te digo que así como a un soldado no lo hace un uniforme, a un escritor no lo hace el que tenga muchos libros, papeles, lápices o computadoras. Sino el compromiso moral que tiene con lo que hace, con lo que escribe, con sus ideas, con las energías que le imprima y, fundamentalmente, con la pasión, honestidad y autenticidad que tenga consigo mismo.
En la obra de Freyre es claro observar sus lecturas y sus influencias, especialmente de García Márquez y de Juan Rulfo. En su cuento “Eclesiastés Caminaba Desnudo” es patente esa influencia. “La Cantante de Boleros” está catalogada por la crítica como Literatura Fantástica, pero creo que no es así. El trabaja con las realidades cotidianas y sus personajes se desenvuelven entre la realidad y la fantasía. No hay allí un contexto de irrealidad que los defina ni un ambiente espectral. El universo interno que él crea en sus cuentos es producto de todo un lenguaje social, de un aprendizaje nativo, que heredamos desde la literatura oral aunque no aluda explícitamente a un trasfondo histórico . Pero le da un toque de magia que “engancha”. Eso me parece encomiable.
Como ya sabes, las obras existen independientemente de sus creadores. Ellas tienen su propia vida y andan sus propios caminos. Y, en el Caso de “La Cantante de Boleros” los personajes son exhalaciones eternas que se encuentran, es decir, piensan la vida con calidez, son sanos, a pesar de estar muertos. Le da a su historia un desenlace casi religioso.
El escritor es producto de sus realidades y de la situación socio-cultural que le tocó vivir pero, al mismo tiempo, influye sobre ella, ayuda a construirla. Si esa huella permanece, se consagrará, al margen del oficio que ejerza ( en este caso, su condición de militar). El nexo que une, ese puente, es la palabra, sólo hay que leerla sin prejuicios. Muchas gracias por la aclaratoria y tu participación. Un abrazo, Frida.
Publicado por: Frida | 05/13/2009 en 11:53 a.m.
[esto es genial] Ah. No completé la idea. No es raro en el sentido de su comportamiento, sino en la capacidad de ficcionar. En el Perú hay muchos estigmas en cuanto a los militares (y seguro por eso las críticas a la película), por eso a nadie le entra como un tipo con uniforme de soldado pueda entrar de esa manera en la ficción.
Publicado por: francisco ramos ramos | 05/12/2009 en 06:37 p.m.
Hola, Francisco. Gracias por acercarte al blog y dejar tu cometario. En efecto, leí sobre la producción de la película "Vidas Paralelas", de la cual Freyre fue guionista y, además, también revisé las críticas y las respuestas dadas a ellas.
Sobre eso, sólo te comento que me complace saber que ha generado polémicas, a veces subidas de tono, pero que han dado lugar (y ojalá se concrete en una verdadera revisión vinculante con las leyes), para debatir un tema tan polémico y muchas veces censurado u omitido como ha sido el papel de los militares en nuestros países.
Sin embargo, lo que destaco de Freyre no es su trabajo como guionista ni como militar, sino su trabajo literario, el cual me parece encomiable, especialmente el cuento objeto del post que comenté en este blog. Generalmente destaco los aspectos que me parecen resaltantes y dignos de conocimiento por parte de mis lectores y trato mis temas con mucho respeto por el arte creador. La polémica sobre la película me parece positiva porque pone sobre el tapete una realidad que ya no soporta más postergaciones. Es imprescindible discutirla abierta y honestamente.
Ahora bien, me quedo en la incertidumbre en relación con tu opinión sobre Freyre. No sé en qué sentido entender eso de raro. Me encantaría que pudieras ampliar un poco ese criterio para poder saber en qué sentido tomarlo y, en consencuencia, poder yo emitir una opinión un poco más contextualizada.
Muchas gracias por tu participación y recibe mis saludos cordiales. Frida.
Publicado por: Frida | 05/09/2009 en 08:30 p.m.
Hola Frida: conocí a Freyre de casualidad el año pasado, cuando se estrenó una película escrita por él en el Perú. Y el tipo es raro.
Publicado por: francisco ramos ramos | 05/08/2009 en 04:32 p.m.
¡Hola, Víctor! Sí, creo efectivamente que esa voz es la que llena muchas veces las horas y nos aísla e higieniza del mundo. Creo que el hablar de la música es lo que le da magia a ese cuento y esa fuerza poética de las palabras de cada melodía las inserta el autor en el texto con mucha maestría, para deleite de sus lectores. Por eso, música y literatura se estrechan y nos estrechan entre sus calores, para recordarnos nuestra condición humana.No podemos perdérnoslo. ¡Adelante con eso! Nuestros padres nos han dado lecciones de dignidad y de humanidad ¡Bravo! Un abrazo, Frida.
Publicado por: Frida | 05/06/2009 en 03:26 p.m.
¡Hola, David! Qué bueno que te gustó el cuento. Es interesante y lo mejor de todo, es de jóvenes escritores que dan sus pasos por el mundo literario, tienen la valentía de atreverse y se preocupan porque su trabajo resulte una muestra de su preocupación, no sólo por las artes, sino por sus propias culturas. A pesar de la política de las editoriales, es posible encontrar en prensa y revistas trabajos verdaderamente geniales, sepultados en la maraña de desidia y de olvido del que muchas veces son víctima los poetas y narradores. En ese sentido, la red es una magnífica herramienta para encontrarlos, reconocerlos y al menos, comentarlos. Es lo que tú y muchos otros preocupados, hacen casi a diario. Adelante y seguimos en la ruta. Un abrazo.
Publicado por: Frida | 05/06/2009 en 02:57 p.m.
Frida, te agradezco en principio por incluirme en la dedicatoria de este Post, y en efecto creo que esa voz de la cantante de boleros nos ha llegado en mas de alguna vez hasta la soledad de nuestros pensamientos, y como lo narra el autor, a veces prefiero escuchar el sublime sonido de una nota musical o deleitarme por el mensaje de una cancion, a ver las atrocidades y desecantos del mundo que diariamente tratan de recordarnoslo, los noticieros, periodicos y comentarios de las persona de nuestro entorno, muy buena semblanza que la haces previo al desarrollo del cuento, exquisito aperitivo para el plato prinicipal que es este cuento que en modesta opinion es una perfecta descripcion de nuestra realidad diaria, saludos afectuosos amiga, y que gran blog el que tienes, nos hace falta mucha cultura en el mundo, para poder entender lo complejo de la actualidad mundial.
Publicado por: Víctor GT Blog | 05/05/2009 en 12:01 p.m.
[esto es genial] Hola Amiga, solo te digo gracias por la dedicatoria y en cuanto al post, eso es lo genial de nuestros escritores, la mezcla que hacen en sus narrativas, cuentos, versos, etc. que te hacen concentrarte tanto que no podes dejar de leerlos, de llevan de un mundo irreal a un mundo que muchas veces es identico a lo que te rodea y te identificas con esos personajes. Tambien te daras cuenta que muchas veces comenzas un post determinado y a medio camino te topas con algo tan interesante que te da material para otro post igual o mejor que el que trabajas en ese momento, y son tantos nuestros escritores, muchos de ellos ni siquiera podemos leer lo que escriben porque no son comerciales, que es lo que cuenta para las editoriales hoy en dia. Te felicito por el post y el cuento. Saludos
Publicado por: David Rodriguez | 05/02/2009 en 10:27 p.m.