"Yo bien sé y estoy seguro, según la doctrina de Jesús, que ninguna cosa es de suyo inmunda, sino que viene a ser inmunda para aquél que por tal la tiene". Epístola a los Romanos, 14-14.
A PROPÓSITO DE…
El celibato fue una norma disciplinaria impuesta por las leyes eclesiásticas católicas, cerca de los siglos XII - XIII de nuestra era, a raíz de la necesidad de mantener el patrimonio económico de la Iglesia de Roma. El caso es que, una vez desmoronado el imperio romano, cada pedazo del territorio europeo fue gobernado por los señores feudales que hicieron de sus reinos y feudos unos cotos cerrados que, para transitarlos, había que cancelar un impuesto, bien en moneda o en bienes , oro o animales. El caso es que las autoridades eclesiásticas designadas en cada uno de esos feudos, participaban del reparto o directamente del cobro de esos impuestos.
El problema surgió a raíz de que, una vez fallecido el obispo, autoridad o sacerdote, la Iglesia tenía que compartir con la familia (esposa e hijos) parte de los bienes que éste había acumulado durante su vida. Así que impuso, por ley de Concilio (Letrán I y II y sucesivos), el celibato a los sacerdotes, con lo cual se garantizaría que esos bienes irían completos a abultar el patrimonio económico de la casa de Roma . Es decir, sin familia (al menos oficial), no había nadie con quién compartir la riqueza material. Se impuso así, el llamado “voto de castidad”, con carácter obligatorio e inviolable. Ya sabemos todos lo que ha ocurrido con esto y no abundaremos en detalles. Baste sólo la referencia, al menos literaria, de las obras de San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y Sor Juana Inés de la Cruz, quienes dedicaron gran parte de su poesía no a los fuegos del espíritu, sino a los del corazón. Vaya una pequeñísima muestra:
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.
San Juan De la Cruz
Todo esto lo cuento brevemente para contextualizar la Carta de un Padre Laico que traigo hoy al blog como un homenaje aquellos padres que se preocupan no sólo por la salud física, sino espiritual de sus hijos y el caso reciente del famoso Padre Alberto Cutié, objeto de discusiones y de escándalos a propósito del tema del celibato. El problema es que el Padre Alberto tiene mucho tiempo discutiendo en los foros públicos, privados y conferencias, el tema del celibato con una posición totalmente a favor de su derogación y eso ha molestado a la jerarquía eclesiástica, que estaba buscando un motivo para deshacerse de tan conflictivo miembro de la curia. Y lo logró.
La Carta de un Padre Laico es un buen motivo para reflexionar sobre estas cosas y sobre la responsabilidad inmensa que tenemos en la formación de los hijos. Se las dejo para su consideración. Mil felicitaciones a los padres en su día, que es cada uno de los que integran el año, por siempre.
Frida.
Carta de un padre laico a su hijo
Por: Gonzalo Morales
Yo no quiero dejarte prisionero de una organización que primero te inyecta el veneno del complejo de culpa, para decirte después que el único antídoto lo tienen ellos. No quiero que te inculquen una moral tan artera que considera más peligrosos una teta, que una pistola o un artilugio capaz de arrasar una ciudad entera.
Yo no quiero que te enseñen a dividir la humanidad en buenos y malos, en fieles e infieles, en los "nuestros" y el resto. No quiero que tiñan de pecado original tu inmaculada alma, ni que vendan tu niñez a algún desaprensivo de su organización, oculto y a salvo por su jerarquía.
Yo no quiero que maten tu rebeldía con un puñal de resignación, ni que amenacen tu bendita osadía con un infierno a su medida. No quiero que te cambien por tristeza tus toneladas de alegría, que distraigan tu mirada con el más allá del más aquí, que las promesas de vida eterna te hagan olvidar el compromiso frente a la eterna mala vida de los de siempre, que injusto sea normal y hermanos no sean todos, que de tanto mirar al cielo se te olvide el suelo.
Yo no quiero que nadie dirija tu cama, que unos hombres que viven solos te digan lo que es familia, que la justicia social es envidia, el impulso natural lascivia y la libertad pecado. No quiero verte expiar sus culpas, perdido en sus turbas, sin razón ni corazón, tan pendiente de los santos que no veas que todos los demás somos tantos, no quiero que te cambien un beso por un paraíso, ni un abrazo por un latigazo, que te sustituyan la solidaridad por la caridad.
Yo no quiero para ti ni su cielo, ni su infierno eternos, no quiero su bálsamo del no pensar, el bálsamo del perdón por nada, la cadena del complejo de culpa o el látigo del castigo divino, no quiero que compres almas por un plato de lentejas, ni que vistas a los desnudos a cambio de reemplazar al Dios que reza, para ti hijo mío, quiero paz de verdad, paz de humano, paz de hermano, amor de verdad, amor de humano, amor de hermano, esperanza de verdad, esperanza de humano, esperanza de hermano, para ti quiero todas las manos, toda la paz, todas las esperanzas y todo el amor, porque para ti deseo que todos los seres humanos sean tus hermanos, sin distinción de raza, sexo o credo, para ti quiero la plenitud de ser humano, hermano, entero y sin miedo
Fuente: http://www.sindioses.org/sociedad/cartapadrelaico.html
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